Invariablemente, siempre que piensas en un argentino te imaginas un corte jugoso, caro y gozoso. Pero en sitios como Puerto Madero no se te puede olvidar el mar; porque lo trae en el nombre y lo ofrece directamente a la mesa; y la vista se regocija y la boca se agua
Hay quien dice que poner una carne a la parrilla lo puede hacer cualquiera. Sí, claro, depende de qué carne, y depende de cómo hayan entonado la parrilla, y también depende del carbón, y de la carne que usas, y de cómo la mantienes, y de si la sazonas y cuando…
Un día un chef de pedigree me dijo que no tenía chiste cocinar la carne y ya, que para eso mejor hacerlo en casa y no pagar tanto. Pues sí, puede ser, pero el lujo de sentirte bien atendido, como en el restaurante de Av. De la Paz en San Angel, sigue siendo un ejercicio sibarita que se agradece. Y es el escenario, lo ampliote, lo bien hecho; el que no tengas que levantarte a la vuelta y vuelta de la carne, o que otro se preocupe por las calidades del músculo y que pidas una botella de algún malbec y te ofrezcan 20 distintas y a muy buen precio…Eso vale la pena.
Aquí la carne habla y llama, pero el mar se atesora y se ofrecen sus mejores frutos con pocos ünguentos, apenas los justos, o los necesarios. Y cuando llegan esas soufflé que pediste como las imaginaste y tu corte arriba “al punto”, pues qué más. No es que todo sea perfecto, y los guisos de la casa sean espectaculares; es simplemente que todo mantiene un “tono y un timbre” que habla de equilibrio, justamente lo que los paladares “echados a perder”, siempre andamos buscando.
Pues a Puerto Madero todas esas cosas le salen bien y su carne deleita; pero en sus haberes, hay un montón de viandas con las que se puede coincidir, como su gran variedad de mariscos y pescados; sus tártaras bien nutridas; sus platos simples a regarse con vinos de una cava que crece y presenta caldos cada día de más alcurnia y buen precio.
Gracia la tiene aunque no sea barato. Talento le sobra porque el servicio está ahí, pisando un escenario amable, amplio, en el que te sientes bien. Así que decir que montar uno de estos monstruos no tiene chiste, creo que pasa por alto demasiadas cosas.
En San Angel el sitio ocupa toda una casona con estacionamiento enorme. Creo es el mejor concepto que he visto de su tipo. Y regreso por sus empanadas, y sus ensaladas y todos los entrantes que observan un carácter clásico, un sabor rústico pero una calidad deseable. Porque Puerto Madero finalmente es un rincón de mar y tierra, y sus pescados lucen cuando los dejas, cuando puedes abstenerte a querer rasgar un músculo argentino. ¡Buen sitio!
Av. de la Paz, San Angel
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