Después de tanto premio y reconocimiento que ha ganado últimamente, uno casi olvida que Eloise es un lugar sencillo, con una discreta elegancia, donde la cocina es amable, voluptuosa, casi pecaminosa. Donde el vino se toma en serio y el servicio convive y te conoce.
La escena se ha sofisticado, también el diseño de los platos, pero lo que cautiva al comensal sigue ahí. No hay “recatos” innecesarios; es decir, cuando se debe colocar queso en un timbal de verduras, se hace, y bien. Hay una nueva búsqueda que sorprende. Y no precisamente por inventar nuevos platos de pose y corte sensacional, sino por refrescar el menú y complementarlo. Siempre con una meta a la vista: Sazón. “La nuestra es cocina de Sazón” dice Laura Santander, sommelier y brazo derecho de Abel Hernández. Y la gente reconoce en éste comentario, la fuente de riqueza de Eloise.
No voy a negar que a veces algunos platos parecen demasiado entusiastas en ciertos contenidos, pero tampoco dejaremos de subrayar que hay un ejercicio auténtico por privilegiar el sabor. Porque ese equilibrio quizá desequilibrio en algunas cosas, es justamente lo que encanta. Vuelvo a recordar. “La cocina rica engorda”, nos dijo alguna vez Hernández.
En Eloise desfilan platos sin límites y con sabor. ¿O qué no es eso lo que se busca? Para nosotros no se trata del mejor sitio de la ciudad, por más premios que reciba quizá su cocina quede a deber en forma y tono en algún aspecto; pero no hay duda de que podemos dejar de ir a otros, entre los más premiados, para acomodarnos en estas mesas francas de cocina sabrosa.
EL SECRETO: LA GENEROSIDAD
Tiene platos insignia como el rissotto con caracoles de carácter cremoso y bien afinado. La famosa tártara de atún es otro de sus fuertes y últimamente sus huevos rotos, completamente alejados de lo que pienses que debe ser este platillo, fascinan, donde quiera que se presenten. El secreto de esta cocina es la generosidad en los ingredientes y el sabor equilibrado que suelen conceder.
El chef Hernández aproxima sus nuevas producciones al estilo que invoca la época y los llena de arrumacos visuales a través de flores y brotes, pero la verdad es que no sería necesario, aunque tampoco criticable, nuevamente, es una cocina de sabor y el aporte de los jardines es muy relativo. El kurobuta, si todavía lo tienen en especiales, es especialmente suculento y sus costillas de cordero con ñoquis gratinados son un plato irresponsablemente atractivo.
¡Ah! Tienen una Burger “Kobe”, harían bien en cambiarle el nombre, Kobe no hay en México, y aunque lo usan como un apelativo más, confunde a quien sabe. En la última foto hay un mahi rostizado parado sobre pure de papaya y risotto, verdaderamente de miedo. Claro, hay que llegar al postre.
Revolución 1521. San Ángel / T. 5550 1692
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