En distintas fechas, de agosto a la fecha, nuestro equipo ha visitado MeroToro. Un total de 14 cubiertos para ser exactos, entre ellos el de un crítico extranjero muy reconocido. Las conclusiones, siendo benévolos en el comentario son contundentes: no está entregando como antes.
Un restaurante a lo largo de su vida pasa por muchos estadios, eso hay que entenderlo. Mantener una cocina “bien aceitada” representa un trabajo enorme y supone pasión, porque sin ella, las jornadas no se pueden soportar. Una fuente enterada nos comentó que MeroToro no pasaba por sus mejores épocas internamente. Pero un restaurante es un negocio y, desgraciadamente o no, a los clientes que pagamos, el que un cocinero tenga malas pasadas, realmente no nos importa. MeroToro no tiene los precios más bajos, a la vista, luego entonces, nuestra preocupación es legítima.
En la mesa de hoy, se ve austeridad y la sazón sufre. Se extraña la experiencia de antes. A veces simplemente falta sal, así de sencillo; pero en otras ocasiones el plato carece de lo que antes presumía: sabor. Nos ha tocado una lengua dura o algún platillo sin sal. Hemos sido 14 personas, no se puede decir que fue un evento aislado.
Esta no es una crítica conclusiva que juzgue y condene. No criticamos con ese fin. Seguiremos visitándolo porque preferimos ir a comer a este sitio que casi a cualquiera de los üngidos por la publicidad y las loas de sus corifeos. MeroToro nos ha hecho sentir sensaciones en el paladar, simplemente desconocidas. Ha habido platos, como éste de la foto, que verdaderamente protestamos cuando lo sacaron de carta.
La simplicidad nos emociona y proyecta los tamaños del chef, que lejos de vivir involucrado en eternos contextos mediáticos, nos obsequia cocina sensible. Y la evolución de sus virtudes iba en incremento hasta hace muy poco tiempo.
Observado en forma particular, lo que hace Tellez en MeroToro, nos parece una de las mejores formas de evolución de la cocina mexicana contemporánea. Si bien su acento está expresado en el propio título del restaurante, cocina de Baja California, evidencia el influjo que un grupo de cocineros de allá han descargado en la Ciudad de México, con sus diseños claros que provocan sabores francos y empalagan al gusto con emboques enteros.
Esperamos, deseamos, una reacción pronta de la cocina frente a una serie de experiencias que quedaron a deber. Hace unos días supe que Ignacio Medina, un crítico de Perú para El País, se había estacionado en MeroToro y lo alababa enormemente. Difícil creerle, con todo y sus decenas de publicaciones y sus 40 años de crítica, cuando vino a México a recorrer todo el Olimpo, de cabo a rabo, y con sólo una sentada, se desmadejó en alabanzas. ¡Uff! En fín… y nosotros haciendo catorce….
Pero ojalá sea cierto, que le fuera bien, porque días después, una amiga en FB se quejaba de la experiencia obtenida. El lugar se sigue llenando, al fin y al cabo, se trata de un sitio con historia y jerarquía, que siempre celebraba con platos eximidos de basuras intelectuales, para deleitarnos con producto y recetas bien concertadas.
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