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El 26 de noviembre del año pasado, Ignacio Medina, publicaba en El País, una nota titulada: México DF, capital gastronómica. Medina, quien escribe para el diario español, se estacionó durante cuatro días en el DF.  Vino especialmente a recorrer  todo el Olimpo,  de cabo a rabo, y con sólo una sentada, se desmadejó en alabanzas por todos los chefs de pedigree, aún los que acaban de abrir como Conchita Cocina. ¡Uff! En fin…

Cuando se refirió a Maximo Bistrot de Eduardo García, el periodista comentó:

Muy cerca (de Conchita Cocina) está Máximo Bistrot (Tonalá 133), otra de las novedades del año, aunque encuentro pocos argumentos culinarios para justificar el éxito que vive: vuelta a la vieja cocina francesa, problemas técnicos y conceptos poco afinados.

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Con todo y sus decenas de publicaciones y sus 40 años de crítica, (imaginen las mesas recorridas), Medina nos concede la primera observación a su irresponsable inexactitud: le robó al menos 4 años de vida al Bistro de Lalo, y en un arrebato de soberbia y petulancia injustificables, para un tipo de su experiencia, acabó en dos líneas con uno de los restaurantes más exitosos del país; sin embargo alabó el pozole de Mercado Roma, (el cual confieso que para mi no sabe a pozole, sabe a otra cosa, muy buena, pero a otra cosa).

Habría que explicarle a Medina que cuando un lugar lleva la palabra Bistro en el nombre, no es casualidad, lo francés en el menú, no sobra, es parte de su esencia. Que Lalo fue cocinero en Le Bernardin de Nueva York algunos años, y que Enrique Olvera, al que desde luego alaba en su tour, siempre soñó con tener un restaurante como ése, porque como Lalo, Olvera inició Pujol cocinando francés.

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Lo que ofende de todo el numerito es la fragilidad a la que se ve expuesto el inmenso capital de credibilidad de El País por las notas desafortunadas y coproducidas de un crítico, que, con UNA SOLA SENTADA, se atreve a dar u dictamen sobre el negocio de un hombre que trabaja de sol a sol. Un cocinero que siempre está al pie del cañón, como muy pocos entre los de su especie; que lo mismo lava trastos que atiende a mandatarios, y que (último que) justamente ahora abre una brasserie (Havre 77), porque lo suyo lo suyo, es justamente la cocina francesa, aunque los tacos de lengua y de lechón; los chilaquiles y otras cosas mexicanas, le salgan de rechupete, en Lalo.

 

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Eduardo opinó al respecto y en ello encontramos un motor para escribir esta nota:

Yo lo que quisiera decirle a ese señor es que tiene razón, que nunca pedí estar en la lista, y que le diga a sus amigos, que me saquen de ella. Cuando yo quiera competir por algo, lo voy a hacer para ganar en los primeros lugares, no para terminar en la cola…

En noviembre, al día siguiente de las premiaciones a las que no asistió, Eduardo nos había dicho:

No”, dijo. “ayer no fui a la premiación, esas cosas no son para mí. Yo aquí estoy en la cocina… me avisaron pero les había dicho que no quería estar en la lista”. Con un tono que dejaba aflorar un poco de molestia o quizá decepción, el cocinero, dueño de Maximo Bistrot, Lalo y asociado a Rokai, tres de los sitios con más éxito de la ciudad, agregó: “yo no estoy listo para las listas, me falta mucho todavía y no me gustaría que mis clientes pensaran que algo va a cambiar en Maximo porque me metieron en la lista. Es mucha responsabilidad ser elegido entre los mejores, y los clientes luego no lo toman bien”.

Me gustaría entrar a una lista a competir por los primeros sitios, sabiendo que lo di todo por eso, que dejé todo por ganarme un puesto, y que la gente va a reconocer esa labor, por eso no quería entrar en ésta

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Lo de García, no es una pose, nos filtraron estos mails en donde Eduardo y Gaby, piden no ser incluidos en la lista maldita, como le llama el Bulli, y que en México y Latinoamérica se cocina entre compañeros de un club reducido, los cuales, se erigen como representantes y paladines del único movimiento gastronómico mexicano relevante en el país. Ustedes juzguen:

Nota: pudiera parecer poco ético (periodísticamente), publicar una carta que advierte su no publicación. Es una información post-fechada, que ha perdido actualidad. Pero por otro lado, la forma en que los cocineros del club elijen a sus ganadores, tampoco es ética, es vergonzosa.

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