Digamos que a Riedel se le da esto de crear necesidades donde no las hay. Por ejemplo. Nos fabricó una copa especial para tequila, que, si bien parecía una idea interesante al principio, y bienvenida para quienes les encanta catar tequilas, o para los absurdamente llamados “tequiliers”, en la práctica no es más que un elemento decorativo, bastante femenino para una bebida tan viril y que te obliga a empinar el brazo en exceso por su “morfología”; además, de que no supera, para nada, la generosidad de un caballito franco, cotidiano, informal y campechano.
Pero cuando lanzaron el vaso éste mariconete para Coca Cola, el despilfarro de fatuidad de Riedel se nos hizo alarmantemente rampante: es decir, ambicioso, trepador y malandrín. Diseñar un vaso para la población más grande de gordos consumidores de Coca Cola en el planeta, sin duda resalta una visión comercial aguda, pero, no deja de esbozar una actitud malvada y perversa.
Se les olvidó que aquellos que consumimos la cola en alguna de sus malditas formas, difícilmente buscamos el modo, el cómo y el porqué, sino el efecto, y que para nuestro infortunio, somos presa de un vicio, del que muchos nos sentimos avergonzados. Y que los obreros o las comunidades indígenas; los albañiles o los capitanes de los aviones; los cargadores de la merced o los oficinistas en Hacienda, no van a cargar su vaso Riedel pa la Coca nunca. Y como dicen por ahí, y aunque se me frunza la mansedumbre cada vez que escucho la expresión: “el tren del mame”, al respecto de este asunto, da pa muchos metros de tinta. O tal vez habría que decirle a Riedel: “oigan señores. ¡no mamen con su vasito!”
Debe estar conectado para enviar un comentario.