Está en la calle 7 frente a un jardín usualmente asediado por traperos y autos que buscan encaramársele por todos lados. Es un mercado que tradicionalmente hospeda mariscos y atrae a todo tipo de gente por dos simples razones: comes rico y barato.
Mientras en un restaurante de pedigree una docena de ostiones rasurados superan los 200 o 300 doblones, aquí, sentadito en estas mesas de plástico, en sillitas de plástico y en un ambiente absolutamente informal, pagas hasta menos de 50, y su frescura los delata en boca.
En Mariscos Altamar te reciben en friega, te acomodan y te atienden en FA. Si no haces sobremesa el ejercicio posiblemente no te lleve más de 40 minutos, y hasta exageré. Es un sitio en el que se come mucho más sabroso que en sitios de cartel publicitario erigidos para puro pirrurris, por ejemplo, y en donde puedes te asombras de lo que pagas al final.
Altamar está hasta el fondo del mercado. Es la locura hecha marisco, y aunque cada quien tiene su plato preferido. Los callos son famosos, el pulpo y los ceviches, las tostadas y las pescadillas.
Su menú es amplísimo. Recibe tantos convidados que la frescura del producto no tiene peros. Desde pata de mula, pasando por caracoles, jaiba, y camarones de buen tamaño, hasta platos sofisticados como su salmón relleno de ostiones ahumados, tacos gobernador, aguachiles, etcétera, este “puesto”, casi ocupa la tercera parte del mercado, y si dura seis décadas más, seguro se lo come todo.
El caldo de camarón ni fu ni fa, pero las quesadillas de cazón son grandiosas, las empanadas de jaiba groseras y los pescaditos fritos para entallarlos en tortilla. Cocteles bien servidos ($45), pulpos bien acicalados, palomitas de camarón ($13), ceviches que se sienten bien , y otra cuarentena de platillos que tendrás que ir a descubrir, en un mercado famoso en todo el país.
Esq. Calle 7, Av 2. San Pedro de Los Pinos
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