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Agapi Mu podría narrar parte de la historia de la Condesa. Lleva casi 20 años contemplando la evolución urbana bajo los techos de una vieja casona ubicada sobre la avenida Alfonso Reyes. Es un sitio de culto al ambiente mediterráneo y a  la cocina griega. Posee una humildad disfrazada, y desde luego su gran riqueza es la cocina, típica, ancestral, de sabores reconocidos y gustos rústicos, pero al tiempo, elegantes y pulcros.

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El restaurante no presume ni grandes decorados, ni entornos glamorosos. Las paredes blancas perfectamente irregulares, recordando los muros egeos. El aspecto limpio aunque a veces desaliñado. Los muebles sencillos.

La carta tradicional no sufre cambios. León Faure, propietario del lugar, dice: “En Agapi Mu no hay chef, hay mayoras que ponen en práctica las recetas que han sido transmitidas de generación en generación en la isla del Peloponeso. Es una cocina con sazón casero, muy sencilla”, continúa León, “…está muy emparentada con la árabe, aunque existe distancia entre ambas”.

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Por la noche Agapi Mu adquiere una atmósfera más afín a una taberna griega. Se transforma ofreciendo platos diversos a manera de bocados y creando un ambiente lounge. El pan reposa en las mesas. Los triángulos blancos de firme textura se acercan con la mano a los labios, solos, quizá, en todo caso, apenas remojados por el yogurt que se incluye en el servicio. Las aceitunas, maquilladas por el olivo, se deslizan ágilmente entre los dedos y rinden tributo a la lengua. El vino puede llegar en garafe y sin pudor alguno se sirve en vaso.

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La opertika es el carnaval de las entradas. El pikilía es un plato generoso que sintetiza muy bien cinco de las mejores opciones de la opertika. Incluye los famosos rollos de hoja de parra rellenos de carne y arroz; los keftédes, que son bolitas de carne medio doradas; las tiropitákia o empanaditas de requesón con aceitunas negras; el jtapódi o pulpo en aceite de oliva y los cubitos de queso frito conocidos como saganáki, contenidos por una delgada capa de harina. Lo que caracteriza a esta trupé culinaria es la diversidad de sabores que cohabitan en un mismo plato en una dulce orgía de gustos. Este es precisamente su irresponsable atractivo gastronómico.

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Las ensaladas son frescas. El puré de berenjena esta bien tratado, es exótico pero no escalda el gusto. El imprescindible musaka (pastel de carne con papa y berenjena) también puede compartirse. Tiene la vista de una lasagna aunque su consistencia es más blanda. Delicioso. Las calabazas rellenas de carne y queso son un plato de lo más casero. El carnero puede encontrarlo en brocheta, envuelto en un gran taco de pan griego (arní me pita) o en suculentas costillas a la plancha. Beba café. Hay valet.