Ataca esta cocina con inocencia. Aprende con lentitud. Saborea cosas a las que usualmente no te enfrentas. Apártate, al arranque, de la barra de sushi y procura una inmersión en otros platos que pueden sorprenderte. El caldo de almejas de sabores sutiles y extraordinarios, por ejemplo. El bacalo asado es una expresión sublime de simplicidad y respeto. Prueba el pastel de cerdo, mariscos, huevo y verduras para variar, extraño y sorpresivo. Pide unos “charales” japoneses (pescado capellán) y deja que tu paladar entienda cómo la se esmera en ponderar lo mejor del producto.
Yoshimi es uno de los orgullos del Hotel Hyatt Regency en Polanco. La cocina de este sitio tiene poco que ver con la generalidad de las propuestas de cocina estilo japonés de México. Cualquier registro gustativo con el que la mente relacione estas viandas resulta demasiado ramplón. Lo de Yoshimi no es alta cocina japonesa, tampoco es el resultado de la recreación y exploración de nuevos sabores aplicados a la tradición. En Yoshimi se observa un rito gastronómico perfectamente armonizado con la forma en que la cocina debe prepararse según las tradiciones originales.
Lo mejor que uno puede hacer en una primera visita, es programar la incursión gastronómica a través de la degustación de uno de los excelentes menús completos, hay varios y además son económicos, rondando los 300p. También hay otros más ambiciosos de nueve tiempos. Pese a la ligereza de los platillos y las porciones bien medidas, llegar al final puede requerir de esfuerzos adicionales y una buena dosis de indulgencia. El evento inicia con un diminuto cajón de entradas, artísticamente bien dispuestas, una constante en esta experiencia, y en las que los sabores frescos, muy crudos, cohabitan con sazones más elaborados.
Luego la sopa transparente de sabores complicadamente delicados acaricia el paladar. Se rinde tributo a unos trozos de carne finamente expuestos para cocinarse al momento y zambullirlos en la salsa del chef. El tempura de camarón frito cambia los sabores en un gesto más familiar, antes de irrumpir en la degustación de un tazón de huevo cuajado de sabores tersos y presencia exótica. Se concluye con una selección de sushi de extraordinaria calidad.
La experiencia a la carta no es menos fascinante. El menú es tan amplio que te pierdes, pero lamentaría que lo acortaran. De toda la galería de oportunidades, la quijada de hamachi con sal marina resulta una interesante delicia a elegir. Hay dos platos de Yoshimi que no se me pueden borrar de la memoria. El sukiyaki y el shabu shabu. Son gratificantes, sanos, amplios y nutritivos. Si lo desean con wagyu certificado, habrán de pagar el precio, en México, contados restaurantes, además de éste, puedan legitimar el origen de su carne.
El tempura de alcachofas es una exquisitez y los elotes asados baby con salsa de soya y pimienta shichimi, también. Claro, un tataki de toro con salsa ponzu, mata cualquier competencia. Recomendamos en especial la sopa de almejas portuguesas, cocinadas al vapor con sake y la ensalada de hongos marinados. Ambos son platos que exploran sabores extraordinarios. Y la carta no cede, ni en calidades, ni en sazones, ni en alcances en boca.
Yoshimi ofrece una lista de sake amplia, quizá la más importante en todo México. Concluya con helado de té verde o un coctel de frutas con frijol dulce. Yoshimi quiere decir, guerrero japonés y sus secretos son maravillosos.
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