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No le reclames medianamente a un guardaespaldas, miembro de seguridad privada, guarro, guarura, pistolero, o como le quieran llamar; porque con lujo de violencia, injurias, vulgaridad e impunidad, te mienta la madre a ti y con quien vengas, no importa si seas mujer u hombre. A sus amos no los verás nunca. Esa es la regla. Traételos a que estorben y te protegan, lo de más que te valga ¡mmm…queso! Desde luego hay excepciones: no las conocemos.

TODOS los hemos visto. Como cuando se meten por los carriles del metrobús y corren como si los persiguiera el diablo; como cuando se te cierran para que pase el Porche que cuidan, o te avientan el camionetón para que te quites porque tienen prisa; o golpean a los que ponen los candados de los parquímetros. Hay historias: infinidad. Su bestialidad; su total carencia de civilidad; su absoluta muestra de estupidez, es evidente en cada detalle que no sea el atender a sus amos. Y son capaces de cargar con la caca del perro y cambiarle los calcetines al mocoso de la señora; o ir al súper por el mandado portándose como perritos dóciles, pero ante el resto de los ciudadanos son acémilas.

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Foto: La Capital Mx

El otro día mientras grababa una escena de 15 secs. para mostrar cómo la gente se arremolina a la entrada de La Docena de La Roma, un guarura estuvo a punto de acercarse a reclamarme, con una cara de tan mal talante, que pisé el acelerador antes de que siquiera pudiese cruzar la calle. Y si vas con tu mujer, tu hija, tu amante y hasta tu mamá, mientras esperan embebidos en su execrable aburrimiento, son capaces de mirarle las nalgas a la que sea, con un repaso fijo, sostenido, insolente y descarado. Y no se te ocurra mirarlos medianamente feo, porque te retan.

Para estos individuos simplemente no hay límites y son capaces de golpearte a la menor provocación. Pregúntenle a muchos restauradores la total impunidad con la que estos tipos ocupan banquetas, entradas de coche, dobles y triples filas, sin que haya NADIE, ninguna autoridad en lo absoluto que llegue a moverlos, a multarlos, a hablar con ellos, o a reprimirlos. En zonas como: Condesa-Roma y Polanco, estos tipejos contribuyen al caos vial, a la contaminación y al devenir neurótico de la zona, ante nuestras vistas incrédulas y la bendición de sus amos.

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Están armados y aunque usualmente las panzas se les desbordan y la grasa de la cara denota una saludable dieta e inmovilidad eterna; son capaces de inventarte cualquier historia para zafarse una responsabilidad. Alguna vez Lalo García parece haberme comentado que se negó a darle servicio a personas que obstaculizaban el tráfico de la esquina de Maximo. Lalo hizo lo posible por tomar medidas,  aparentemente las autoridades no.


Lo de ayer; el zafarrancho que escenificaron unos guaruras que visiblemente chocaron a un auto conducido por un valet, es claro. ¿En qué universo, un auto compacto puede aventarle la lámina a una Suburban para que ésta se incruste justo a la mitad del auto? Lo que se ve en el video solamente deja claro una cosa: pegó la camioneta y el que pega paga. El chaparrín que se le puso al brinco a los guarros y le logró colocar dos o tres buenos ganchos, arriesgó innecesariamente el pellejo, pero demostró algo que al jefe de gobierno y a casi todos sus delegados les falta: HUEVOS. Les falta capacidad para enfrentar a la impunidad, mediante el uso de la fuerza pública, a la que se respeta en países desarrollados y a la que hoy, todos, en México, hemos reducido a un grupúsculo de agentes; la mayoría de dudosa honestidad, gordos y mal vestidos, insalubres y deprimidos, y que, con tal de no meterse en broncas, que les llevan tiempo y no resuelvan nada, tramitan los pleitos como en el patio de la vecindá: a gritos, empujones, insultos y muestras de un poderío del que carecen.

 

 

Esta ciudad padece de un problema crónico de ingobernabilidad; de impunidad. El jefe de gobierno está absorto haciendo vereditas para ciclistas y robándole espacio al parque vehicular, que casi se ha duplicado, cortesía de los programas: Hoy no Circula. Quitan dos o 3 carriles de avenidas como Cuauhtémoc y meten los mismos coches que antes transitaban por ahí. Desde luego la contaminación que causa este evento, es un problema que no relacionan con las ciclopistas ni el metrobús. Eso si: todo calzado “a huevo”. Hay una ley física, que Mancera no contempla: “dos cuerpos no pueden ocupar el mismo lugar en el espacio”. Todavía no entiende que ya es muy tarde para que la gente se desmotive a abandonar el coche y se convierta en ciclista, cuando meterse al metro o al autobús puede convertirse en una faena, depresiva, asquerosa por los aromas emanados, peligrosa y que te vulnera todo; pero ser ciclista no resuelve prácticamente nada, cuando cruzas toda la ciudad; eres mamá de 4 mocosos; la ciudad tiene un aire que mata, o tienes que llegar seco y presentable a la chamba; no sudoroso y apestando a sope. Mancera crea un programa muy ambicioso de promoción de la bicicleta pero deja que los ciclistas hagan lo que quieran, sin reglamento alguno. El otro día estuve a punto de matar a uno que, como lo hacen comúnmente muchos, iba a contraflujo.

Al dotor, Lo ocupan los turibuses, los turiluchas, las guías gastronómicas; los colores rosas y morados de esta ciudad que parece tener preferencias sexuales; el metro pero no tanto; concluir el segundo piso, pero no tanto. No le importan muchas cosas, como el que hayan abierto tu casa en dos ocasiones y cuando te acerques a las autoridades, te pidan nota de cada cosa robada. Tampoco le importa que te roben las partes de tu coche en la calle. Siempre deja las cosas a medias, como su programa de hacer 15 minutos de ejercicio en las oficinas; el flamante reglamento de tránsito tan criticado, pero tan inerme, tan carente de aplicación. Deja todo y sigue produciendo ideas; y sigue permitiendo que se finquen edificios en ciertas colonias hasta que logre que se parezcan a Nueva Yor.

Y en estos contextos, los guaruras estorban, cierran casi las calles y generan contaminación; pero sobretodo, señor Mancera, hacen lo que quieren, insultan y agreden a la ciudadanía y usted,  que se siente subyugado por los colores contrastantes y llamativos, no parece hacer nada por intentar que se legisle sobre los autos de las señoras que estorban calles enteras generando contaminación para recoger a los niños de la escuela privada; sobre los guaruras para los que no hay reglamento; sobre los camiones que contaminan más que el Porche 2016 que no circula una o dos veces a la semana; sobre todos esos programas populistas que llegaron tarde o simplemente no sirven para nada.

 

¿Qué proponga entonces una solución y no critique? Perdón, señor Mancera, no voté por usted; no me interesa meterme a hacer intentos inocentes por dictarle políticas públicas, y si usted es el responsable, tiene que resolverlo. Después de todo: es usted quien ambiciona ser presidente… ¿o no? pero ¿para qué?